El mercado del consumo masivo en Ecuador vive una reconfiguración profunda. El formato discounter se ha convertido en el protagonista de esta transformación gracias a su capacidad de atraer a un consumidor cada vez más enfocado en obtener valor por su dinero. Durante 2024 y 2025, este canal ha crecido a un ritmo notable, superando con amplitud el desempeño promedio de la región, según un reciente análisis de Kantar Worldpanel by Numerator.
La cadena TuTi es el emblema de este fenómeno. Con más de 650 tiendas distribuidas en 138 ciudades, ha logrado posicionarse como una alternativa accesible, sencilla y cercana para miles de consumidores. Solo en Guayaquil y Quito suma casi 300 puntos de venta, lo que muestra la fuerza de su estrategia territorial. En promedio, cada visita al discounter se traduce en una compra de siete artículos y un ticket cercano a los siete dólares, lo cual revela la clara orientación hacia productos de alta rotación y consumo cotidiano.
El modelo privilegia la eficiencia. El surtido es reducido, se prescinde de categorías complejas como carne o frescos, y el uso de marca propia domina la oferta. Cerca del 70 por ciento de los productos disponibles pertenecen a la marca de la propia cadena, lo que ayuda a mantener control sobre los costos y a evitar presiones adicionales en los precios. Además, la operación busca ser lo más ligera posible, lo que permite trasladar esos ahorros directamente al consumidor.
Aunque la participación del discounter en el total del consumo masivo ronda el siete por ciento, su impacto es mayor al número. El avance del canal erosiona terreno que antes pertenecía únicamente a supermercados e hipermercados, y obliga a los formatos tradicionales a replantear su propuesta de valor. El consumidor ecuatoriano está respondiendo positivamente a una experiencia de compra más pragmática: cercanía, rapidez y ahorro, sin necesidad de recorrer grandes superficies ni enfrentar promociones complejas.
El crecimiento sostenido de este formato también plantea desafíos. Mantener la rentabilidad en una expansión tan veloz requiere precisión operativa. La ausencia de ciertos productos podría limitar en algún momento la fidelidad del comprador, que seguirá resolviendo parte de su canasta en otros canales. Además, conforme otros jugadores busquen replicar el modelo, será crucial proteger la diferenciación y evitar que el formato pierda claridad en su promesa.
Para el resto de Latinoamérica, la experiencia ecuatoriana funciona como un anticipo. En mercados donde el consumidor enfrenta presiones económicas y mantiene un alto foco en el precio, el discounter tiene espacio para crecer con fuerza. Países como México, Colombia o Perú ya observan de cerca la evolución de este formato, que podría convertirse en uno de los grandes protagonistas de la próxima etapa del retail regional.
Ecuador ofrece una lección directa: el consumidor actual premia propuestas simples y eficientes. El discounter no busca reemplazar al supermercado, sino obligarlo a evolucionar. La competencia ya cambió el terreno de juego y el shopper, cada vez más exigente y racional, será quien marque el camino.







