Fundada en 2017 por un grupo de jóvenes emprendedores apasionados por la moda, el arte y la cultura callejera, Cold Culture ha sabido construir un universo estético coherente, auténtico y atractivo para las nuevas generaciones.
Hoy, con tiendas físicas en ciudades clave como Madrid y Valencia, y corners en El Corte Inglés de Barcelona, Zaragoza, Castellana (Madrid), además de puntos de venta internacionales en destinos como Ámsterdam, París, Milán y Ciudad de México, Cold Culture representa una nueva visión del streetwear: un enfoque centrado en la comunidad, la identidad y la experiencia de marca.
La marca ha adoptado un modelo de expansión mixto que combina tiendas propias, colaboraciones con distribuidores locales y una fuerte apuesta por el canal online. Su e-commerce, lanzado en 2018, representa hoy más del 40 % de sus ventas globales y ha sido fundamental para captar clientes en mercados donde aún no están presentes.

Un concepto con ADN propio
Cold Culture no es simplemente una marca de ropa: es una declaración de principios. Su nombre –cultura fría– hace referencia a una estética limpia, minimalista y ligeramente distópica, que bebe de influencias tan dispares como la fotografía urbana, la arquitectura brutalista o la música electrónica experimental. El resultado es una línea de productos que se caracteriza por sus cortes oversize, materiales técnicos, paletas cromáticas neutras y una fuerte carga simbólica en sus gráficas.
Más allá de su propuesta estética, Cold Culture se define por una filosofía que pone el foco en la autenticidad y la autoexpresión. “No diseñamos para gustar a todo el mundo”, afirman sus fundadores. “Diseñamos para quienes entienden nuestra visión”. Este enfoque selectivo ha contribuido a construir una marca con una comunidad leal y comprometida, que ve en Cold Culture una extensión de su propia identidad.
Un cliente joven, consciente y conectado
El público objetivo de Cold Culture pertenece, mayoritariamente, a la generación Z y a los jóvenes millennials. Se trata de un perfil urbano, digitalmente conectado, con una fuerte conciencia estética y un interés creciente por el diseño, la sostenibilidad y el impacto cultural de lo que consume.
Este consumidor no busca simplemente ropa: busca pertenecer a algo más grande. Por eso, Cold Culture ha invertido en crear experiencias en torno a su marca. Sus tiendas no son simples puntos de venta, sino espacios híbridos donde conviven exposiciones de arte, sesiones de DJ en vivo, lanzamientos exclusivos y colaboraciones con artistas locales. En este sentido, Cold Culture ha sabido interpretar con precisión el giro experiencial del retail, ofreciendo algo que va mucho más allá del producto.

Un modelo de crecimiento sostenible
En un contexto donde la sostenibilidad ya no es un valor añadido, sino una exigencia del consumidor, Cold Culture ha comenzado a integrar prácticas responsables en toda su cadena de valor. Desde la elección de proveedores certificados hasta la utilización de tejidos reciclados, pasando por un modelo de producción bajo demanda para reducir excedentes, la marca trabaja activamente para minimizar su huella ambiental.
Además, ha lanzado una línea cápsula llamada Re:Cold, confeccionada íntegramente con materiales reciclados y pensada para funcionar como escaparate de sus iniciativas sostenibles. Este compromiso ha sido bien recibido por su comunidad, que valora tanto el diseño como el impacto positivo de la marca.
Mirando al futuro: tecnología, comunidad y nuevas colaboraciones
Los planes de la marca no se limitan a crecer en número de tiendas. De cara a los próximos años, la marca tiene previsto explorar nuevas líneas de producto, incluyendo calzado y accesorios, y ampliar su presencia en el metaverso mediante experiencias de realidad aumentada y colecciones digitales vinculadas a NFT.
Asimismo, se están gestando nuevas colaboraciones con artistas visuales, diseñadores industriales e incluso estudios de videojuegos, como parte de una estrategia para reforzar su posicionamiento como marca cultural. Cold Culture no quiere ser solo un referente del streetwear, sino un ecosistema creativo en sí mismo.